El hecho de poner por escrito las vivencias no es solo el esfuerzo de poner en evidencia nuestra intimidad, es también LA INCOMODIDAD (incluyendo aquí todo lo que se les venga en gana) de mostrar aquello que nos ocurre, que pensamos, que sentimos… sin saber si va a ir parar a las personas que van a esforzarse por entendernos.
Pero no hemos de perder de vista la importancia de la VALENTÍA de hablar y la ganas de explicar sentimientos o sensaciones, porque los silencios pesan y al final se convierten en bloques de cemento que, a la postre, se volverán muros que solo sirven para separar a las personas o para separarnos de ellas.
Lo que no decimos se nos acumula, se nos convierte en un nudo en la garganta, en nostalgia o tristeza. Lo que no decimos nos mata.
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