lunes, 4 de marzo de 2019

VOLVER A SER

VOLVER A SER

Un amigo venezolano me ha hecho llegar este artículo del periodista de ese país Héctor ESCANDELL, que, por su impacto e interés, me gustaría poner a disposición de todos. Creo que es un excelente artículo.

“Y es que yo creo que se trata de volver a tener una rutina. Una cotidianidad repleta de certezas. Me parece que esa es la diferencia de este año con respecto a los anteriores. Lo que a mi me llena de ilusión es que no me están ofreciendo nada estrambótico. Nada irreal. En realidad, lo único que aspiro es volver a tener un país. No un campo de batalla. No quiero -por ahora- volver escuchar que somos una potencia de nada. Lo que me imagino es, una simple panadería con pan. Un abasto con harina o una farmacia con aspirinas. Lo simple, pero esencial.

No quiero un presidente que me hable de Patria, quiero uno o una, que haga lo rutinario en los hospitales y en las escuelas. Que haya sillas, pupitres, tiza, pizarrones, gasas, bisturí, suturas. Que haya cama pa' los enfermos y transporte pa' los estudiantes. Quiero eso. No más. Por ahora. La cosa es que nos quitaron todo. Volver a tener el mínimo, ya sería una fortuna.


Estos días de enero me hicieron volver a creer que es posible. Y no es por los gringos, no es por la Unión Europea. Es por el desgaste de la dictadura. Es porque ya no tienen pueblo y no les da vergüenza mentir y hacer el ridículo convocando a vigilias fantasmales. Es por eso que este enero se sintió diferente. Y así como Chávez fue una consecuencia, este bendito país ya busca otra causa. Lo vi en Petare, en Catia, en Sarría, en San José, en el 23 y en El Cementerio. Lo vimos todos. La clase popular, aquella que no tocaba cacerolas y creía en "la revolución", ahora, deja el gañote en una consigna de protesta. Se enfrenta a las fuerzas públicas y grita: ¡Libertad, libertad, libertad!

Comienza febrero y volvimos a hablar de familia, de cariño. Volvemos a creer que hay un futuro -mejor- posible. Lo anuncia el chófer del metro que toca la bocina cuando entra a la estación. Los caraqueños celebran que uno más de la clase obrera también quiere un país. También lo quieren los policías de Barquisimeto que se negaron a reprimir y se abrazaron a sus tías, a sus hermanas, a sus abuelas que caminaban por la avenida Venezuela. Naguará.

Y es que lo que quiero es quedarme. No me quiero ir. Estos pocos días abrieron una rendija de esperanza activa, a pesar de la represión, de los ajusticiados por el FAES. La gente volvió a salir, en el Este y del Oeste. En los campos, en Guanare, en San Felipe, en Puerto Ayacucho. Y como no, claro que hay miedo a la tortura, a la muerte, pero más miedo hay a la esclavitud. A una vida de mendigos, esperando una bolsa de Clap.

El gran reto es no volver a creer en una persona, sino en la capacidad de una juventud que ha tomado las riendas del país. Una generación, que acompañada de la experiencia de otros, ha comenzado la ruta para el reencuentro de los venezolanos. Yo creo que vale la pena apoyar y acompañar esta oportunidad que tenemos entre las manos.

Definitivamente, lo que más me agrada de este momento es que creo que vamos a tener un país con fiscalía, jueces y parlamentarios de verdad. Con un presidente y no un comandante. Nada del otro mundo. Simple. Vamos a ser. Eso es. Ser.” 


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