A VECES… NOS HACEMOS FALTA
En muchos momentos del camino uno siente que no está para nadie, que las pocas fuerzas de que dispone son para uno mismo, porque NOS HACEMOS FALTA.
Necesitamos de los demás unas veces, es cierto, pero a veces uno ha de escucharse a sí mismo, remendar lo necesario, eliminar los flecos innecesarios, las ilusiones rotas.
Eso justifica (a mi entender y en mi caso) el que queden mensajes sin responder (cada vez menos, porque cada vez me llegan menos), el que mi teléfono permanezca apagado o que eluda pasear por las redes. NO desprecio a nadie que se acerque a mi (bien lo saben las personas que lo hacen), pero todas esas personas deben entender que a veces uno necesita pasear (mentalmente) con uno mismo, incluso para no depender tanto de los demás.
Nuestro estado y la necesidad de contacto hacen que nuestros pensamientos, nuestras inquietudes, nuestras filias y nuestras fobias… todo…queden como algo pendiente para más adelante, porque no lo consideramos importante
Vivimos en una sociedad tremendamente demandante y hacemos que sea verdad esta cita de Benjamin Franklin: “Hay tres cosas extremadamente duras: el acero, los diamantes y el conocerse a uno mismo”
“Nuestros ojos cansados pueden leer las necesidades ajenas pero son incapaces ya de descifrar las propias… Todo parece borroso, todo se ha hecho un ovillo que se enclava ahí, en nuestro corazón y nuestra mente como si algo fallara, como si algo no fuera bien y no supiéramos qué es…” (tomado de nuestra “fuente”)
Sabemos poco de lo que necesitamos, pero intentamos adentrarnos en lo que necesitan los demás, como si eso nos redimiera de algo. Mientras, nuestro camino nos obliga a andar por recorridos peligrosos o duros y casi nadie sabe de nuestros esfuerzos, de nuestras renuncias… De ese modo el esfuerzo pierde su significado
“Sólo nos convertimos en lo que somos a partir del rechazo total y profundo de aquello que los otros han hecho de nosotros” (Jean-Paul Sartre)
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