OTRAS CONSECUENCIAS DE SER O PARECER FUERTES
En la entrada anterior escribíamos sobre ser FUERTES y PACIENTES. Argumentábamos que una consecuencia de mantener fuerza y paciencia, cuando las condiciones personales nos eran adversas, era el AGOTAMIENTO EMOCIONAL, ese agotamiento visible a través de la irritabilidad, el olvido, descoordinación mental, distanciamiento afectivo y supersensibilidad.
Dejábamos a un lado otra consecuencia, menos visible pero creemos que más dañina como el hacer ver a los demás de poder con todo y de no necesitar mucha atención de ellos.
Ser o parecer fuerte y paciente dificulta el pedir ayuda, por no incomodar a los demás, sobre todo como resultado de creer que eso es lo que esperan de nosotros.
A veces es cierto que no quejarse, parecer fuertes, puede dar la impresión a los otros de que el afectado es capaz de todo y que NO REQUIEREN ATENCIÓN.
La realidad es que no hay nadie que, en las condiciones que describíamos ayer, no necesite una palmada en la espalda, que se preocupen del estado del que se encuentra, de una palabra amable, de una caricia incluso, de palabras de ánimo, de reconocer el esfuerzo… A veces esa sensación de fortaleza que se muestra al exterior no es más que una careta de la fragilidad que se siente en el interior y, en esas condiciones, el afecto exterior alimenta la fuerza (poca o mucha) que se pueda tener.
Es cierto que en la mente del afectado está claro que su mal lo tiene que atravesar él, que todo pasa (y acaba, más tarde o más temprano), que el llenar los días depende de cada uno…, pero no lo es menos que todos, en esa tesitura, tenemos temores, por más que sepamos también con mucha claridad que ser fuerte ES LA ÚLTIMA DE NUESTRAS OPCIONES.
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