NO DEBO MÁS QUE LA AMISTAD QUE ME DEPARAN
Creo estar seguro de que no debo nadie a nadie, ni que deba convencer a nadie de nada, excepto, claro está, a ese selecto elenco de amigos que aún me leen y abren la ventana de mi rincón.
A los demás creo que no merece la pena intentar siquiera convencerles, porque jamás comprenderán mi historia, ni mis dificultades, ni el esfuerzo que me cuesta cada día seguir adelante. Por otra parte, tampoco importa mucho, no sé cómo hay que vivir en ninguna circunstancia, supongo que, como todos, voy improvisando cada día.
A veces, con todo, me siento triste porque hay cosas que no puedo contar. Sólo tengo claro que he de seguir adelante y disimular diciendo que todo va razonablemente bien. Pero hay palabras o presencias que echo de menos.
Como decía Rabindranath TAGORE:
Si no me hablas
llenaré mi corazón con tu silencio
y así podré soportarlo.
Me mantendré tranquilo
y esperaré como la noche,
con su vigilia de estrellas
y su cabeza inclinada en señal de paciencia.
Es seguro que vendrá la mañana,
que se desvanecerá la oscuridad
y que su voz se derramará por los cielos
en torrentes de oro.
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