VIVIR AL LÍMITE
Hay algunas veces que entran ganas de dejarlo todo, de abandonarse al albur de las circunstancias, de bajar los brazos, de dejar de luchar…, en definitiva, de darse por vencido, de dar por concluido el camino, porque todo nos parece que nos es adverso y que no tenemos fuerzas ni ánimo para más.
Son momentos (solo momentos, pero profundos, lacerantes y duros) en que uno adquiere conciencia de estar al límite.
Uno no se da cuenta a través de la reflexión o del dolor y el malestar, sino por cualquier tontería (un recuerdo, una canción, una foto, un olor, una palabra….), que, por muy insignificante que sea, te afecta profundamente y hace que afloren las lágrimas.
La primera sensación es de debilidad o fragilidad (has bajado la guardia, te has puesto sentimental…) pero cuando reflexionas puedes ver que lo que realmente ocurre es que llevas demasiado tiempo cargando con múltiples problemas, sin que ninguno de ellos se solucione.
Es la vida misma.
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