EL CAMINO
He vivido pensando que era bueno tener sueños por los que luchar, cosas por aprender, lugares a donde ir y y personas a las estimar. Pero he llegado a un lugar donde casi nada de eso tiene sentido. Ya no quedan sueños (más que los que vienen del pasado), ni lugares donde ir (por imperativos naturales) ni casi personas a las que estimar (porque también se van quedando en el pasado o les estorbas)
También aprendí desde pequeño que un abrazo calma el dolor y cura todo lo que esté fuera de lugar. Más tarde, he sabido que los abrazos cuestan cada vez más y se hacen menos generosos, por lo que el dolor, la depresión o lo que sea… cuesta mucho más curarlos.
En contra de los dichos (por ejemplo, “la distancia es el olvido”) aprendí que la actitud aleja mucho más que el olvido. es más, que con buena actitud no hay olvido que valga.
De mayor he aprendido también que los amigos hay que contarlos dos veces (por lo menos). Cuando todo va bien y cuando todo va mal. En el primer caso suelen ser muchos en el segundo…. unos poquitos.
He cambiado tanto que no importa ya si estoy en la memoria de los demás, porque la mayoría (esos que están a tu lado en los buenos momentos solamente) no lo están por amistad, sino por intereses.
He logrado cierta calma afectiva, aunque he de confesar que me ha costado muchas tormentas llegar a ella, tormentas que aún se repiten de vez en cuando. Porque mira que es difícil aprender a estar alejado o ausente de aquellas personas que no valoran para nada tu presencia, habiendo sido el eje que articuló tu vida y tus sueños, tus esperanzas y tus sentimientos.
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