A veces sentimos la sensación que es la casualidad la que nos arrastra por el tiempo, la que nos obliga a hacer determinadas cosas o la que provoca que nos lleguen otras. Eso debe ser lo que es conocido como DESTINO, eso que algunos creen que es lo que nos lleva a que ocurra algo hagamos lo que hagamos, porque nuestro devenir, nuestro discurrir por la vida nos marca un camino que no podemos abandonar.
Según esa postura parece que nada queda al azar o en manos de nuestra libertad de elección. Incluso el gran Miguel de Cervantes llegó a decir al respecto que: “lo que el cielo tiene ordenado que suceda, no hay diligencia ni sabiduría humana que lo pueda prevenir”
Y una cosa es que nos sucedan cosas sorprendentes o que tomemos decisiones sin pensar muy bien la razón de hacerlo y que nos lleven “casualmente” a algo deseado, previsto, soñado, temido, o lo que sea. Y otra cosa diferente es confundir esa CASUALIDAD con la CAUSALIDAD.
Efectivamente puede existir la casualidad y deberíamos asumirla con mente abierta, pero eso no debe suponer, creemos nosotros, que exista un destino escrito de antemano. En medio late el conocido como “libre albedrío”, que es lo que condiciona nuestro devenir en base a nuestra propia toma de decisiones.
De ahí que William Shakespeare, con mejor criterio, nos dejara escrito que “El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos.”
Y es que si asumiéramos el destino, dejaríamos a un lado la RESPONSABILIDAD (nadie podría ser responsable de aquello que no decide) y eso… nos convertiría es simples marionetas.
Totalmente de acuerdo contigo,Ángel.Excelente reflexión. Un abrazo.
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