Todos, lo queramos reconocer o no, necesitamos “apoyarnos” en otras personas, esas que llamamos amigos o amigas, tanto da. Pero esa persona, si es amiga, no tiene que ser reclamada.
El respeto, el afecto… se demuestran, no tienen que ser recordados nunca. Si es así, si hay que recordarlo, es que la amistad no es recíproca. La amistad de la que hablamos ha de ser fluida, porque se trata de disfrutar de las palabras o de la presencia de la otra persona, porque se trata de convivir, aun en la distancia y por encima del tiempo, de lo que une, de lo que interesa a ambas partes de esa amistad.
Si las cosas van mal, esa presencia es aún más necesaria y ha de ser menos urgida para que tenga efecto el contacto. Pues, por encima de todo, la amistad es espontánea, libre y nace de la emoción.
La amistad necesita expresarse por ambas partes, por aquello de la reciprocidad, de la lealtad, de la dignidad.
Si las cosas no son así, es mejor la soledad, por duro que parezca.
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