A lo largo de la vida uno va manteniendo relaciones de lo más diverso. Cada una de esas relaciones juega un papel o así nos lo figuramos.
Unas se convierten en problemas, problemas que intentas ayudar a resolver sin conseguirlo la mayoría de la veces. Otras nos usan, sin que seamos capaces de darnos cuenta hasta que logran lo que quieren y desaparecen. Otras nos van a enseñar cosas de la vida, nos van a dar nuevas y prácticas lecciones desde diferentes puntos de vista y otras sencillamente nos va a querer, así, sin más requerimientos, respetando nuestro espacio y nuestros criterios.
De entre estas últimas, de las relaciones afectivas, las hay que nos enseñan a sacar lo mejor de nosotros mismos y a que seamos capaces de conocer nuestros defectos (defectos que ellos obviarán para seguir a nuestro lado).
Son o se convierten en seres extraordinarios, que alumbran nuestra realidad, la conocen y no la maquillan, pero, a la vez, nos van recordando que nuestras vidas les importa. Son un regalo de la vida que nunca podremos agradecer bastante.
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