A lo largo de nuestro devenir, del discurrir de nuestras experiencias por el tiempo que nos toque y con independencia de los golpes y erosiones que todo ello nos vaya acarreando, necesitamos cambiar.
Hemos de cambiar nuestros ritos, nuestras manías, incluso nuestros convencimientos, todo eso de lo que nos hemos rodeado para crear nuestra zona de confort y, a la vez, olvidar todo lo que nos parece que nos puede ”guarecer” de lo que creemos son peligros que nos llegan del exterior (o que anidan en nuestro interior). Hemos de hacerlo, porque, de seguir teniendo los mismos recursos y aplicándolos de la misma forma no haremos más que producir conductas circulares, esto es, no lograremos mas que llegar al mismo sitio en el que estábamos.
Y es que hay momentos “vitales”, importantes en nuestro discurrir, que necesitan de decisiones duras y profundas que nos permitan cambiar nuestro modo de enfrentarnos a lo que vivimos, porque, en caso contrario, dejaremos que la vida quede fuera de NOSOTROS MISMOS, o, si se prefiere, DEJAREMOS DE VIVIR NUESTRA PROPIA HISTORIA.
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