El que se atreve a escribir sabe que queda expuesto a todo tipo de miradas. Unas conocidas y otras absolutamente desconocidas o que solo cuentan con una mirada casual. Por tanto asume que no todo será entendido, aceptado o visto con el mismo criterio.
Pero el que escribe lo hace animado por el impulso de sacar las cuestiones que le preocupan o que le hacen daño, que recuerda, que sustituyen a lo que es consciente de que no volverá o ocurrir o a tener (tanto da que hablemos de experiencias o personas).
A veces, incluso, lo hace animado porque ciertas personas le lean y lo escrito les anime a mirar mejor, aún sabiendo que eso no ocurrirá, si no es por casualidad.
De ahí que quiera completar esta entrada con estas palabras, convertidas en poema, de Pessoa.
CUANDO me miro no me percibo.
Tengo tanto la manía de sentir
que me extravío a veces al salir
de las propias sensaciones que recibo.
El aire que respiro, este licor que bebo
pertenecen a mi modo de existir,
y nunca sé como he de concluir
las sensaciones que a mi pesar concibo.
Ni nunca, propiamente, reparé
si en verdad siento lo que siento. Yo
¿seré tal cual como me parezco? ¿seré
tal cual como me juzgo verdaderamente?
También ante las sensaciones soy un poco ateo,
ni sé bien si soy yo quien en mí siente.
Fernando Pessoa
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