miércoles, 11 de septiembre de 2019

LA INDIFERENCIA Y EL SILENCIO

Dice el dicho popular que “no hay mayor desprecio que no hacer aprecio” y es cierto. Como lo es el hecho de que el silencio es la mejor muestra de esa indiferencia, de ahí que las hayamos unido en esta entrada.

El silencio suele ser un castigo, una respuesta airada, que puede doler más que un grito, más que un insulto. Puede ser un mecanismo de defensa o una protección, como se quiera, mientras llegue el momento de las explicaciones, que es el que nos puede ayudar a arreglar el problema de relación en el que estemos.



Si ese silencio se prolonga en el tiempo… se convierte en un castigo lacerante. Quizá de ahí venga la expresión: ”Te castigo con el látigo de mi indiferencia” y en esa circunstancia suele intervenir el ORGULLO.

Aguantar el silencio, la indiferencia de los demás no es fácil. Se requiere seguridad en la convicciones, en no dejarse manipular, también la disposición de hablar (sin miedo) o, en última instancia, alejarse de la persona que nos quiere castigar.

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