lunes, 11 de febrero de 2019

UN GUIÑO A LA ALEGRÍA

UN GUIÑO A LA ALEGRÍA

Las palabras, que tantas veces hemos traído aquí, no son inocuas, aunque se pretenda. Las palabras curan o hieren a una persona, acarician o golpean, según los casos. Quizá por eso los griegos otorgaban a las palabras un valor “divino” (provenían de los dioses) y los filósofos de todos los tiempos hayan abogado casi siempre por el silencio como la mejor expresión o más valiosa del ser humano.

Las más de las veces las hemos introducido aquí por su valor comunicativo, por su sentido de enlace entre las personas, por su ayuda a la comprensión…, como flotador al que el náufrago puede agarrarse.

Bajo esa percepción de la palabras siempre ha estado la seguridad de que la palabra andaba detrás o debajo de los pensamientos, de esos pensamientos que pueden convertirse en palabras, hasta el punto de concebirlas como la “sombra del pensamiento”.


También hemos querido dar valor a las palabras en la medida en que ellas marcan nuestro destino. Nunca hemos dejado de pensar que “uno es dueño de lo que calla y esclavo de lo que dice”. 

Pero hoy quisiéramos usarlas, de la mano de ERNEST HEMINGWAY para lanzar un mensaje de vida, de alegría, siquiera sea por compensar.

Trata de aprender a respirar profundamente,
a saborear la comida cuando comes
y, cuando duermes, a dormir como un tronco.
Intenta esta vivo de verdad
con todas tus fuerzas,
y cuando rías, ríe hasta partirte de risa.
Y cuando te enfades, enfádate bien.
Trata de estar vivo.

Porque ya estarás muerto suficientemente. 

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