TRISTEZA, SOLEDAD, SILENCIO, ESPERA…
A la suma de esas cosas que figuran en el título de esta entrada se le suele llamar DEPRESIÓN, o sea “Enfermedad o trastorno mental que se caracteriza por una profunda tristeza, decaimiento anímico, baja autoestima, pérdida de interés por todo y disminución de las funciones psíquicas”. Y puede que lo sea, esto es, puede ser que la medicina haya sabido abarcar esos síntomas y algunos más bajo un sólo concepto, pero a mi me gustaría hacer una distinción, después de agradecer que a eso no se le haya llamado “síndrome”, que es el concepto más socorrido de la clase médica actual.
Hay estados que se ajustan aproximadamente a lo que dicen los libros pero que devienen de variables INTERNAS, esto es, que son producidas porque la química individual va declinando en una persona y acaba perdiendo hasta la identidad. Pero creo que hay estados, que también reúnen esos o parecidos síntomas, pero que vienen por el efecto de ciertas condiciones ambientales, externas.
Sí, ya sé que tanto da si al final el resultado es el mismo, porque, por un camino o por otro estaríamos en las mismas, pero supongo que, por más que los fármacos para su tratamiento sean los mismos, el tratamiento no puede ser igual.
La verdad es que no sé si me explico bien o solo exteriorizo mi propio lío mental y si, de poner algún ejemplo aún la liaré más. Pero seré atrevido. Una cosa es que una persona se encuentre “mayor” e “incapaz” para tareas que le gustaría mantener y ante eso se invente la excusa del cansancio o de lo que sea, pero caiga en una depresión digamos que psicológica. Y otra cosa es que una persona se encuentre de golpe diagnosticado de una enfermedad incurable y/o en un ambiente familiar y/o social adverso y acabe refugiándose en ese mismo cansancio u otra excusa. Ya digo que el resultado es el mismo, pero creo que hay elementos distintivos, al menos en el tratamiento (y lo digo sin convicción, porque la verdad es que escribo por pura intuición, lo cual es una temeridad).
Supongo que en ambos casos las conductas de ambas personas es limitante, de tristeza, de incapacidad hasta para arrastrarse, sin notar los estímulos del entorno, de cansancio, de silencio ante la imposibilidad de dar respuesta a nada de lo que se le pueda plantear ni aun de razonarlo mínimamente.
Lo malo (o lo bueno, según se mire) es que todo alrededor sigue su ritmo y que, al menos en el segundo caso, las medicinas pueden ir acompañadas de una mano amiga, de alguien que provoque y aguante sus lágrimas, esas lágrimas que ayudarán a salvar la desesperanza y que tanto necesitaba echar para facilitar la salida a tanta congoja como ha ido acumulando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario