Muchas de las cosas que nos preocupan hoy ya fueron punto de discusión, controversia y solución (más o menos parciales) en otros momentos de la historia.
La confluencia de ciudadanos del campo en las ciudades provocó hacinamientos desagradables y peligrosos, lo que repercutió en la convivencia, la calidad de vida (en todos los aspectos)y en la polución (tema que hoy nos sigue preocupando, aunque por causas diferentes).
El proceso de industrialización tuvo buena culpa de ese movimiento, al provocar un masivo intento de independizarse del campo mientras se cambiaba el sistema económico instaurado hasta ese momento (finales del s. XIX).
Se vendió la penuria del campo para ponerse en manos de unos cuantos dueños de industrias que se apropiaron de las fuerzas, el tiempo, la vida y la libertad de las personas.
La modernización del campo aun tardaría en llegar y no se generalizó hasta mediados del s. XX. La dependencia del carbón y de industriales ávidos de todo hizo la vida angustiosa e las ciudades.
La “libertad” sería el lema del s. XX y la lucha por conseguirla dio pábulo a los sindicatos, a la lucha de la clase obrera, a la apertura de las ciudades (que fueron ganando espacio al campo), así como a nuevas soluciones arquitectónicas y a la sustitución del carbón o a que las ciudades contaran con un sistema de agua casi universal.
Fue el momento de pensar en la democracia como sistema de convivencia, basado en la tolerancia, cuestión que fue asumida en su momento por el 75% de la población (cifra que tuvo sus variaciones por los acontecimientos que marcaron el siglo). Hoy solo el 30% de la población cree que la democracia “es el menos malo de los sistemas políticos”, gracias, en buena medida, al desprestigio de los propios políticos. Dicho desprestigio ha provocado, a su vez, que los ciudadanos piensen más en la SEGURIDAD que en la LIBERTAD, lo cual tiene su gracia.
La primera mitad de s.XX fue convulsa, trágica y de cambio. La segunda mitad, por su parte, ha sido casi “un tiempo feliz” (comparado el periodo con el resto, porque paz, lo que se dice paz, no la ha habido, ni tampoco consenso en la forma de afianzar la confianza social)
Todas las señales indican que volvemos a iniciar otro ciclo. Estamos solamente el las convulsiones de sus inicios y más vale que acertemos con el camino, porque las soluciones son cada vez más cuestionables por unos y por otros y más difíciles de conseguir.
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