Ya no es mágico el mundo. Te han dejado.
Ya no compartirás la clara luna,
ni los lentos jardines. Ya no hay una
luna que no sea espejo del pasado,
cristal de soledad, sol de agonías.
Adiós la mutuas manos y las sienes
que acercaba el amor. Hoy solo tienes
la fiel memoria y los desiertos días.
Nadie pierde (repites vanamente)
sino lo que no tiene y no ha tenido
nunca, pero no basta ser valiente
para aprender el arte del olvido.
Un símbolo, una rosa, te desgarra
y te puede matar una guitarra.
Escrito para LA NACIÓN, en Buenos Aires, en 1965, por J.L. BORGES)
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