Tengo una edad y unas circunstancias vitales que me permiten dejar de atender muchas cosas. Por ejemplo, no tengo razón alguna para justificar ante nadie lo que soy, lo que hago, ni si poseo información de dónde me llevará lo que hago con mi tiempo.
Tampoco me importa lo más mínimo ya si me recuerdan, si me quieren o me odian, vamos, que procuro llevar una vida que no “roce” con nadie (y si lo hacen… que se lo hagan mirar). Procuro ser mínimamente feliz los ratos que puedo y lo más fuerte posible lo ratos en que no puedo.
Vivo una enfermedad crónica que me va devaluando poco a poco o a golpes, según venga la cosa, que me inhabilita para casi todo y puedo decir que vivir así ES DURO, MUY DURO.
En esas circunstancias, conectar con la gente es importante, pero solo con las personas que te entienden. Si los que se acercan no lo entienden o no les importa, aún hace la cosa MÁS DURA.
No soy una persona que sepa, más bien un buscador, pero a estas alturas, lo hago en lo que murmuran mis entrañas, mis vivencias… no mirando al cielo ni abriendo libros. Mi historia no la puedo calificar de agradable o armoniosa. Es más bien insensata y hecha a trozos, pero nunca me he mentido.
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