Habíamos quedado en que estas fechas tenían que servir también para mirar las cosas que acontecen con otra perspectiva y hay que intentarlo, por lo menos.
Hace un tiempo que se viene poniendo en cuestión la subvención que el Estado “da” a la Iglesia Católica. No voy a entrar a hora en razones, dimes y diretes, cada cual puede pensar lo que le de la gana, con tal de que demuestre de que es capaz de pensar, pero hay cosas que me llaman la atención.
Me llama la atención de que viviendo en un país subvencionado solo se hable de eso. Veamos: subvencionamos el carbón que no se saca de ninguna mina, las jubilaciones anticipadas (teóricamente vilipendiadas), el no trabajar (vía subsidio mínimo o vía PER en algunos lugares), hasta el carrillo del niño para algunas minorías, a los Partidos Políticos y no digamos a los SINDICATOS (que merecerían un capítulo de 800 páginas para ellos solos), a algunas familias porque mandan a sus niños a la escuela, las zonas incendiadas, las vacunas y hasta los efectos que provocan los que no se vacunan por falta de neuronas, a las ONG (aunque solo sirvan para hacer excursiones -ojo: las hay honradas y honrosas, pero eso no me desdice-), las piscinas para 200 usos anuales, el deporte, a los ocupantes ilegales de edificios, …
Y ¿solo ponemos en cuestión las subvenciones a la Iglesia? Alguien tendría que hacer el favor de explicar esto, alguno de esos intelectuales de incubadora que ahora padecemos, digo yo.
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