Quizá sea que ya estoy cansado (motivos no me faltan), que he madurado (las crisis y los males ayudan mucho a ello) o que definitivamente he bajado la cabeza… pero no quiero discutir. Allá cada uno con sus razones o sus excusas, son sus espejos y con sus ansias. Ojalá no olviden las palabras de W. Churchill: “el éxito no es definitivo, el fracaso no es fatal: es el coraje para continuar lo que cuenta” y , si es así, sigo teniendo coraje y me doy por satisfecho.
He entendido que la soledad es el precio (pagado o ganado, según se mire) para ser libres a nuestra manera, para no depender de nadie, para poder caminar por la vida solamente con quien nos quiere o… solos. A fin de cuentas sigo creyendo que solamente los inteligentes disfrutan de su soledad y no con cualquier persona. Y es que no se puede depender de nadie para andar el camino, pues no hay relación mejor que la que cada uno se crea en su interior (aunque la frase suene a Budismo).
Mi vida sigue un camino entre dos cunetas: el dolor y el no dolor. No es una línea, es un camino con suficiente anchura. Creo que negarse a caminar y preferir quedarnos en la cuneta, es convertir el andar en un problema, porque eso significa que no aceptamos nuestra situación, que no hemos comprendido que no somos nosotros el suceso, somos el sujeto a quien le sucede algo.
Por todo eso y por más… no discutiré más.
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