sábado, 4 de mayo de 2019

LO QUE VA QUEDANDO

Queda vivir sin miedo (y quizá también sin esperanza) cuando uno contempla, como única perspectiva, la pared final del camino. Queda, dirán muchos, la “sabiduría”, lo que nos ha quedado de todo lo que hemos aprendido en el camino. Queda el núcleo de lo que somos después de haber sido erosionados por los mil y un golpes que nos hemos ida dando en el discurrir el tiempo.

Pero, ¿merece la pena? o ¿qué merece la pena?.


Esos pocos amigos que nos van quedando, esos con los que no importa pasar el tiempo, con los que uno se encuentra bien y se puede mostrar sin careta. También la decisión de guardar el ansia de felicidad que hayamos podido atesorar (considerando la felicidad como un “camino” y no como un lugar de llegada). La familia, la vilipendiada familia que la cultura va reduciendo, pero que al final es un reducto en el que uno puede refugiarse. Quedan los sueños y algunas ilusiones, no porque asumamos ser capaces de conseguirlos o alcanzarlos, sino por lo que significaron en su momento y aún significan al rememorarlos.


La vida, al final, son fugaces momentos que se van convirtiendo en virtuales primero, hasta que se desvanecen en la nube de los pensamientos.

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