En la educación, sea cual sea el ámbito de que se trate: familiar directo, familiar amplio, amigos, colegio, ciudad o pueblo, medios, etc. y muchos llamados expertos, se ha puesto de moda a Rousseau (Jean Jacques), ginebrino del siglo XVIII, autor de obras famosas como El contrato social, («El hombre nace libre, pero en todos lados está encadenado»), o Emilio, o De la educación, («El hombre es bueno por naturaleza»), y que tuvo una fuerte impronta en la Ilustración francesa. (Hemos puesto enlaces de Wikipedia, pero de lugares donde se puede obtener ambas obras en formato PDF).
En Pedagogía se estudia (o se estudiaba) como iniciador de la Enseñanza Individualizada y de la naturalista (defendía la educación en la naturaleza), aparte de como incitador de ideas que se lograron mantener en la denominada Revolución Francesa.
Ahora se defiende que todos los niños al nacer son inteligentes, les diferencia el tipo de inteligencia, y todos príncipes (unos con principado y otros a la espera de heredar uno), todos “tiernos”, por lo tanto intangibles y ninguno susceptible de vivir algo por su cuenta (ni jugando), que solo tienen el deber de ser felices.
Para ahondar en ello hablaré de algunos ejemplos. Uno es una escena sacada de YouTube, en el que se ve a una abuela, una madre y un niño. El niño patea a la madre de un modo inmisericorde, a pesar de los esfuerzos de la abuela, porque la madre le pidió el teléfono que le había quitado el hijo y con el que estaba jugando. Otro es otra escena de padres, esta vez en el sur de España, en el que dos padres se lían a mamporros viendo un partido de fútbol en el que participaban sus hijos (no se explican las razones que motivaron tan edificante ejemplo). El tercero es el suicidio de una niña de 13 años en Murcia a causa de un “bulling” (acoso) insufrible por parte de unos compañeros (que no han sufrido más castigo que el estar dos días fuera del colegio, lo cual, al menos antes, no era un castigo, sino un premio, y mucho me temo que también lo ha sido para esos tres acosadores). Y un último ejemplo más cercano para el que esto escribe: Una niña pega (sí, pega patadas, tira del pelo, araña, escupe e insulta) a su madre porque no había acabado los deberes que ella tenía POR HABERSE PORTADO MAL EN EL COLEGIO.
¿Para qué mundo educamos? y ¿qué mundo hemos creado para que vivan en él nuestros hijos? ¿qué papel juega en esos casos la escuela, la educación formal?
Al hablar de educar a todos se nos ocurren muchas cosas hermosas: educar es sacar lo que llevamos dentro, todos somos buenos por naturaleza, educar es encender una llama que prenderá por sí sola en el alumno, educar es descubrir el talento que todos tenemos…
Si hubiera tantos seres humanos buenos, con tantas bondades, inteligencias, fuego positivo, talento, condiciones… la vida sería el paraíso de la concordia y felicidad. Y seguro que lo es, pero no sabemos verlo por culpa de las noticias que nos incitan a pensar lo contrario cada día, entre ellas el hecho de que los profesores de la Enseñanza Secundaria Obligatoria (la llamada ESO) son los primeros que se jubilan al cumplir los 60 años. Hablen con ellos.
Ocurre que esos niños, que parece que han vivido en un fanal al que nunca le ha rozado la naturaleza, ni se les ha posado una mosca, se encuentran con un mundo que no es para el que les habían educado, que no es el prometido y esperado y no hay manera de que aguanten un disgusto, ni una frustración por pequeña que sea, ni nada que se aparte de sus deseos.
Por eso nadie del entorno tiene la culpa de nada y menos los niños y niñas, sino LA ESCUELA, ¿se han dado cuenta de la cantidad de cosas que, según las voces que se oyen en la calle, deberían ser acogidas por la escuela?.
Creemos, en cambio, que hay que educar para que nuestras futuras generaciones no se conformen y aprendan a vivir con inteligencia en vez de hacerles creer que ya lo son.