AFECTO, QUÍMICA Y AMOR PROPIO
Querer es algo así como entregarse libremente a otra persona. Algunos dicen que el querer comienza por uno mismo, de tal modo que no tenga deudas afectivas, vacíos o soledades que llenar.
Querer debe significar conservar la dignidad de las dos personas en contacto.
Einstein, muy sabio él, apuntó que “el amor nunca podría explicarse bajo la óptica de la ciencia, porque ese acto biológico, químico y fascinante jamás podría ser cuantificado u observado bajo un microscopio” o al menos, eso es lo que corre por ahí.
Creemos que ese acto tiene algo que ver con la comprensión, el compromiso, la confianza y, en todo caso, con la química que sustente todos esos sentimientos.
Seguramente la nueva “neurociencia” acabará dándonos una descripción detallada del tema, que, al menos, nos ayudará a aclarar los mitos o realidades en las que hoy nos apoyamos para hablar del asunto y hacer comprensible nuestros sentimientos.
Por ahora nos dicen que el romanticismo es algo nocivo, pues significa que las dopaminas (neurotransmisores que actúan como si tomáramos un opiáceo) domina nuestro comportamiento, que tiende a buscar EMOCIONES.
Eso daría sentido a la vieja frase de que “el amor es ciego” a la par que justificaría las relaciones insanas, por axfisiantes.
Pero, en todo caso, eso justifica algo que hemos anotado ya, que hemos de vernos y querernos primero a nosotros mismos, porque ese hecho personalizará las relaciones y no romperá nuestro autoconcepto.
De todos modos, si esto es así, si el pensamiento “postmoderno” tiene razón, no sólo el romanticismo pasa a mejor vida, sino que el amor se reduce a conservar la soledad pero entre dos (o más, vaya usted a saber) y eso puede ser más tóxico que la soledad en sí misma.
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