Existen personas especiales que se han hecho imprescindibles. Si analizo mis redes tendría que agradecer la presencia de varias de ellas (que no se citan por aquello de la privacidad, pero que todas tienen un lugar especial en mis afectos y en mi recorrido vital).
Casi ninguna proviene de mi mundo vital y laboral próximo, pero se han sabido ganar mi confianza inesperadamente y de un modo muy especial y fuerte.
Con ellas puedo hablar de todo: alegrías, tristezas, daños, experiencias, heridas… A algunas no las conocía previamente (y sigo sin haber estado en su presencia), a otras las conocía desde hace tiempo, pero por períodos largos, muy largos, no había habido contacto común.
Todas ellas, sin embargo, se han metido en mi mundo y han logrado algo difícil (y más en estos momentos) lograr lo que otros no han conseguido en mucho tiempo: ENTRAR EN MI ESPACIO, EN MI MUNDO.
Y siguen ahí día tras día para acompañarme o darme un poco de su magia. Han llegado para hacerme la vida un poco más llevadera, para que el aire me llegue de un modo más limpio, brindándome su amistad, dándome sus manos, han llegado para abrazarme y seguir a mi lado.
Todas ellas han llegado para quedarse y no sé cómo agradecérselo, ni qué decir sin llorar de emoción, sobre todo después de la experiencia de haber vivido el abandono de otras que no esperaba.
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