lunes, 13 de enero de 2020

EL ERROR DE NO SABER ACABAR ALGO DEFINITIVAMENTE

Normalmente porque nos falta coraje, porque nos parece que en ese momento concreto no hay otra solución y porque no asumimos que, para crecer y seguir viviendo, es preciso pasar por encima hasta de los errores, una vez aprendida la lección.

En la vida hay que saber cerrar las etapas y, a veces, las relaciones, por más complicado que sea el asunto, por más dolor que sintamos. Es complicado, de todos modos, sobre todo porque hacer eso nos produce inseguridad, porque detrás de ese FINAL hay una vida feliz o unos recuerdos muy satisfactorios. 

Pero cuando deja de haber satisfacción y sentimiento de felicidad no debemos dejarnos atrapar en las liamas de lo vivido, por más inseguros que nos podamos sentir.

Por otra parte creo (aunque a ratos me cuesta asumirlo) que hay que luchar por lo que queremos, no por lo que “quisimos”. Quisiéramos dejar el poema a medias, pensando que después se podrá continuar, pero después aún nos faltará decisión en la toma de postura que necesitamos para seguir viviendo.

La negación de cortar y renacer nos hace incapaces de disfrutar de los afectos, porque siempre nos faltará la correspondencia, la comprensión, la compensación.

La ruptura no es un asunto menor, al menos cuando existen condiciones en contra de unas vivencias normales, pero si no la asumimos, nos convertiremos en otras personas, descolocadas y encerradas en una cueva profunda



Hay que asumir que (1) ““Dejar ir”, “soltar”, “decir adiós” son  palabras que simbolizan grandes acciones. Más que aforismos hogareños son mensajes claros que nos recuerdan que no merece la pena mantenerse en un lugar en el que nos convertimos en meros observadores, en personas sufridas o en figuras compadecidas.

No vayas donde no te quieran y no te quedes donde no te quieren, esa es una premisa fundamental que debe ser trabajada desde la infancia para que, llegado el punto de necesitarlo, hagamos siempre valer nuestras necesidades emocionales y escuchemos a nuestro corazón cuando debemos hacerlo.

Daríamos lo que fuese por tener motivos para mantener las puertas y las ventanas abiertas pero, sin embargo, no nos queda otro remedio que poner punto y final donde antes poníamos puntos suspensivos. 

 Esa es la máxima que debemos mantener para cuidar nuestra salud emocional, para darnos valor, proteger nuestro corazón y adelantarnos a la vida poniendo la primera persona a la hora de pensar en sentimientos.

No permitamos perder la ilusión y la alegría, tampoco que la desidia y el sufrimiento nos dirijan. Es cierto que es complicado (y triste) poner punto y final a nuestras historias pero cuando no lo hacemos no dejamos entrar nuevas y bonitas historias.”


(1) VER

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