viernes, 3 de agosto de 2018

HACIA LA MADUREZ

HACIA LA MADUREZ

Estoy convencido de que la mayoría de los humanos, si no todos, no somos ni lo estables, prudentes y éticos que creemos. Es más, si fuera así… habría menos vivos, pues esa estabilidad solo se alcanza en la muerte. Del mismo modo estoy convencido de que TODOS (casi todos) vivimos un tanto confusos, con miedos, con emociones que vienen y van y alteran nuestro comportamiento y nuestros juicios de valor y que justamente por eso… tenemos en nuestras historias vivencias excitantes que recordamos (unas mejores que otras)

Por otra parte estoy convencido (estocásticamente) que en la vida no se gana ni se pierde (aunque en nuestro interior y por momentos podamos suponer que hemos ganado o perdido), por lo que no podemos hablar (al menos “a priori”) que se fracasa o se triunfa. En nuestra vida no hay vuelta atrás, no hay ensayos y las consecuencias de nuestras acciones suelen ser profusas, difusas y confusas.


Creo, por ello, que la vida la tenemos para aprender, para crecer (en el sentido psicológico del término), para descubrir nuevas experiencias o retos. Solo podemos planificar el futuro asumiendo lo impreciso que puede resultar todo dadas las circunstancias que nos rodean.

Pues bien, aún así, hay personas que se arrogan (entendido en el sentido más clásico: Se atribuyen la facultad, expresada de forma despótica y con desprecio hacia los demás) de ser policías, fiscales acusadores y jueces de todos los demás y quieren establecer lo que es bueno y el camino (recto, por supuesto) que hemos de seguir o haber seguido. Solo esas personas (que son las menos pero no por eso menos dañinas) lo hacen bien y parece estar en el camino correcto.


No me gustan y entre ellas aún me gustan menos las que se juntan o separan de otras personas por su sentencia, desde su situación de prepotencia y despotismo, solo según su juicio sumarísimo. 

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