miércoles, 8 de agosto de 2018

CAMBIANDO DE TERCIO: EL ACOSO INTELECTUAL

CAMBIANDO DE TERCIO: EL ACOSO INTELECTUAL

Hoy es un día especial para el que esto escribe, afectiva e históricamente hablando. Aún así dejaré para mi intimidad la fecha y su significado para ofrecer una visión de algo más serio, que me preocupa.

Cuando pensamos en el acoso, casi siempre lo asociamos con la intimidación física, pero existen otras formas más sutiles de violencia que pueden llegar a ser igualmente demoledoras, como la humillación. Un estudio realizado en la Universidad de Ámsterdam desvela que la humillación activa áreas del cerebro relacionadas con el dolor y desencadena una respuesta más duradera e intensa que la alegría y más negativa que la ira.

Quizá una de las formas más odiosas (y más sutiles) de humillación es la superioridad intelectual.

La intimidación intelectual, según  Leon F. Seltzer, es una forma de acoso insidioso y sarcástico que ha recibido muy poca atención, probablemente porque es el resultado más o menos directo de la cultura “meritocrática” que hemos desarrollado. Desde muy pequeños, los niños aprenden a colocar a sus coetáneos en una especie de “jerarquía intelectual” determinada por las calificaciones escolares. El problema surge cuando los niños que se encuentran en la parte superior de esa jerarquía creen que están autorizados a menospreciar a quienes se encuentran en la parte inferior.

Así surge la intimidación intelectual, un tipo de acoso psicológico que se impone en base a la “superioridad” mental que confiere la inteligencia o la educación recibida, y cuyos efectos no difieren de la intimidación física puesto que también pueden devastar la autoestima de la víctima.

El acosador intelectual normalmente tiene un cociente intelectual superior a la media, por lo que se cree con derecho a tratar a los demás con desprecio y gastarles bromas abusivas.

“El acosador intelectual se especializa en la condescendencia. Sus inseguridades se enmascaran tras grandes palabras y frases altaneras y arrogantes. Su ofensa consiste en creer que es más inteligente que los demás. Le gusta hacer que los otros se sientan inferiores”, explica Joe Bouchard.

De hecho, es probable que conozcas a personas que utilizan su capacidad intelectual para compensar sus sentimientos de inferioridad en otras esferas de su vida.


Claves para reconocer a un acosador intelectual
  1. Recurren a menudo a palabras rebuscadas que los demás no comprenden para demostrar su “amplio conocimiento”.
  2. Se burlan de los errores que cometen los demás y los achacan continuamente a la falta de inteligencia.
  3. Menosprecian los logros de los demás resaltando continuamente los suyos.
  4. Aprovechan la más mínima ocasión para jactarse de sus titulaciones o su inteligencia.
  5. Quieren imponer a toda costa sus opiniones, pues creen que son las únicas “inteligentes y sensatas”. Cuando se quedan sin argumentos, simplemente ridiculizan, humillan o menosprecian al otro.
  6. No reconocen sus errores, siempre tienen una excusa “racional” a mano para explicarlos.

Esta actitud suele provenir de la infancia. En el colegio, solían usar su capacidad intelectual para intimidar a los demás. Eso no los convertía en los niños más populares, pero al menos los ayudaba a enmascarar las inseguridades en áreas en las que, obviamente, se sentían inferiores a sus coetáneos.
En estos casos, la intimidación intelectual suele ser un mecanismo de afrontamiento para mitigar la vulnerabilidad que experimentan y defender su frágil autoestima. A menudo los acosadores intelectuales no tenían el tamaño ni la fuerza para defenderse físicamente contra sus acosadores, por lo que los “superaban” recurriendo al ingenio.
El problema es que ese mecanismo crucial para proteger la autoestima infantil, luego se convierte en parte de su repertorio conductual habitual, por lo que estas personas siguen actuando así incluso de adultos. La víctima se convierte en verdugo.

El acosador intelectual termina despreciando a los demás, se siente superior y no tiene reparos en presumir de su inteligencia. Esa actitud puede causar grandes daños cuando la persona tiene empleados a su cargo. También suele terminar destruyendo sus relaciones personales, ya que resulta muy difícil estar a su lado puesto que no duda en descargar sus frustraciones en otras esferas de la vida sobre su pareja, hijos, padres o amigos.


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