domingo, 23 de septiembre de 2018

REMEMORANDO INTIMIDADES

REMEMORANDO INTIMIDADES

Con la enfermedad y el encierro uno aprende muchas cosas y no todas buenas. La más dura para mi es comprobar que la amistad se acaba, cosa que descubres al comprobar que EL AMIGO eras solo tu. Ayer mismo tuve una durísima e inesperada lección al respecto, que me acompañará mientras me quede una neurona.

También que, por mucho que nos empeñemos, uno pasa miedo al notar como todo a tu alrededor se diluye y vas llegando al final, pero también que de ese miedo se puede extraer fuerza (no hay otro remedio, quizá)

Las dudas se acumulan en la mente. Son dudas globales, que abarcan toda la vida y totales, pues se duda de todo lo que se ha vivido, pero sin dudas, ¿como tener certezas?. Solo existe el problema de comprobarlas.



Esas cosas hacen que uno se apoye en sueños para intentar otra vida posible, aun sabiendo que esos sueños son sólo humo o una sordina ante la realidad.

Como decía Gabriel García Márquez: “la vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”. Eso justifica los sueños, creo yo, en circunstancias así, porque, entre otras cosas, he de asumir que llegado aquí, después de mis peripecias hospitalarias y de mi convivencia con mis “males” biológicos, algunos con un final claro dado que te llevan al otro lado, a otra dimensión en el 100% de los casos, no soy ya la  misma persona que era antes.


Uno diría a sus amigos algo que dejó anotado Cortázar: “Si me ves por alguno de tus pensamientos, abrázame que te extraño”, porque uno necesita también sentir a alguien más, algo más.

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