lunes, 17 de septiembre de 2018

LOS DADOS ETERNOS

LOS DARDOS ETERNOS

Creo que todos tenemos algunas de nuestras zonas afectivas “tocadas” por “dardos” que, la postre, provocan un dolor eterno, un malestar o bienestar, según los casos, aunque sean los menos, que se vienen repitiendo eternamente en cada uno de nosotros.

Corresponden a vivencias, experiencias o sentimientos que forman parte de nosotros y que, llegado el momento, por la razón que sea o porque es imposible acumular más, se muestran con más crudeza.

A esos “dardos” quiero referirme hoy a través de las palabras de César Vallejo, tal como lo muestra en 
“Los dados eternos” poema incluido en el libro, ya mítico, Los heraldos negros , publicado en 1919.


Los dados eternos

Dios mío, estoy llorando el ser que vivo;
me pesa haber tomádote tu pan;
pero este pobre barro pensativo
no es costra fermentada en tu costado:
¡tú no tienes Marías que se van!
Dios mío, si tú hubieras sido hombre,
hoy supieras ser Dios;
pero tú, que estuviste siempre bien,
no sientes nada de tu creación.
Y el hombre sí te sufre: ¡el Dios es él!
Hoy que en mis ojos brujos hay candelas,
como en un condenado,
Dios mío, prenderás todas tus velas,
y jugaremos con el viejo dado…
Tal vez ¡oh jugador! al dar la suerte
del universo todo,
surgirán las ojeras de la Muerte,
como dos ases fúnebres de lodo.
Dios mío, y esta noche sorda, oscura,
ya no podrás jugar, porque la Tierra
es un dado roído y ya redondo
a fuerza de rodar a la aventura,
que no puede parar sino en un hueco,
en el hueco de inmensa sepultura.


Tomado de “Los mejores poemas

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